El valor es lo que la gente está dispuesta a pagar por algo. Si no quieren pagar nada o quieren pagar poco es que no tiene ningún valor.
Estamos acostumbrados a que esas premisas sean ciertas, pero si tenemos en cuenta que vivimos en el país de la picaresca, deberíamos dejar esas afirmaciones de lado y empezar a valorar las cosas según el trabajo que conlleven.
Centrándonos en nuestro sector, en muchas ocasiones se valoran (o valoramos) las ideas de una manera desenfocada. Pensamos que las ideas se ocurren en un abrir y cerrar de ojos, fruto de la casualidad, y no nos damos cuenta de que detrás hay un gran trabajo de investigación, estrategia, búsqueda de concepto, etc.
Todos sabemos que las ideas son difíciles de valorar, por eso lo que necesitamos es saber venderlas y así poder encontrar su precio justo. ¿Con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero? ¿Sí? ¿Seguro? Ojalá fuese verdad, pero todos sabemos que sin dinero es difícil hacer siempre lo que queremos.
Para conseguir ese dinero y poder hacer lo que queramos hace falta primero que sepamos vender nuestras ideas. El saber vender es todo un arte, pasa desde saber vendernos a nosotros mismos en una entrevista hasta saber vender nuestro trabajo. Porque, seamos sinceros, vender ideas es vender algo muy abstracto y difícil de valorar. Pero que sea difícil de valorar no quiere decir que no tengan valor, todo lo contrario, lo tienen y tenemos que otorgárselo.
Siempre hemos pensado que si hacemos una cosa muy bien se venderá sola, pero no es verdad, necesitamos venderla. Pongamos el supuesto de que tenemos una idea muy buena y, como es muy buena, no necesitamos hacer nada porque se venderá sola. Imaginemos que el de enfrente ha tenido otra idea, no es tan buena como la nuestra, pero la sabe vender tan bien que acaba enamorando con ella, aunque su calidad sea menor. ¿Dónde llega nuestra idea? ¡A ningún sitio!
Hablando del valor las ideas, no nos podemos olvidar de hablar de los concursos de agencias. Son una gran herramienta para poner en contacto agencias y clientes nuevos, pero quizás es el momento de replantear la fórmula. Si estamos de reformas y decidimos pintar la casa, no elegimos el color a ciegas, buscamos referentes y pedimos una muestra de color y un presupuesto. En base a eso pagamos el color que hayamos elegido y nos llevamos el bote de pintura a nuestra casa. Está claro que igual nos hemos podido equivocar porque nuestras paredes no se adaptan bien a ese color o no termina de combinar bien con los muebles, pero hemos necesitado probarlo en la realidad para ver su planteamiento.
Llegados a este punto es el momento de preguntarnos, ¿sabemos valorar una idea? Las ideas están devaluadas. Las ofertas de ideas están al alza, pero en esta ocasión, para fijar su precio, no siguen las leyes de la oferta y la demanda, se rigen más por el miedo y la situación económica y social. ¿Las vendemos por menos de lo que valen? Otorgarle un valor real, lejos del punto subjetivo y de ego de que las ideas son nuestras es algo muy complicado, pero debemos hacerlo. En muchas ocasiones no somos conscientes de la repercusión que pueden llegar a tener.
Marta López. Copywriter.
Fuentes:
– Imagen: http://listas.20minutos.es/
– Branzai.